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Review This Story || Author: Sandra Raquel

Historia de Corinne - Spanish

Part 5

Me hicieron sitio entre Cloe y Stara. Para mi sorpresa vi a la cuarta hija de Bertha, la que me había sustituido en la casa de Sir Arthur.

Therese, estaba preciosa. No se la apreciaba ninguna huella de látigo en el cuerpo. Era evidente, que la habían curado como a mí.

La cena fue servida sin diferenciar a nadie, incluida yo.

Estaba deliciosa. Y comí con tanta vehemencia que empecé a sentirme un poco mejor. Hasta tal punto llegó mi recuperación que creí que los tormentos habían sido una pesadilla.

Cuando hubimos terminado de cenar, fui conminada a arreglarme para la fiesta. Me acompañaron Svelta, Katia, Therese y Melba, así como, Stara, Clonia y Cloe.

Todas fuimos atendidas con las mismas cortesías y cuidados. Y cuando estuvimos resplandecientes, pasamos a los vestidores.

A mí evidentemente, me tocó la ropa mas lujuriosa que pueda imaginarse, pero todas vestiríamos de negro.

Después de que todas estuvimos vestidas, aunque he de decir, que a pesar de mi vestido estaba mas desnuda que antes, bajamos al gran hall.

Allí nos esperaban los hombres. Y por supuesto Bertha comandada por la ahora General SS.... Melba.

Todas las mujeres estaban calzadas menos yo. Además todas portaban vestidos largos, menos yo. El mío era tan minúsculo, que me daba verdadera vergüenza el estar presente.

Antes de nombraros las posiciones que ocupábamos en el Hall, os detallaré mi atuendo.

Era de una tela de raso negra y pesada. Además tenía unas mini cadenillas en los bajos, a fin de que en caso de que se subiera, bajara por su propio peso.

Por otra parte, la faldita era tan corta, que me cubría tenuemente el vello púbico y las nalgas. Y la parte superior era aún mas ridícula que la faldita, ya que al ser transparente en su mayor parte, tan solo me cubría los pezones. Y me dejaba al descubierto, los brazos, costados, espalda y la mayor parte de los senos.

Cuando Bertha nos dio el visto bueno, nos hizo colocar a cada una en nuestro sitio.

Cloe, Stara y Clonia fueron situadas al lado derecho de la puerta.

Svelda, Sonia y Therese se colocaron en la entrada al gran salón.

Paul, August y Alex se situaron al fondo del gran salón.

Yo me quedé entre Bertha y Melba, pero de tal forma, que todo el que pasara, debería hacerlo ante mí.

Para abrir la puerta había dos doncellas, pulcramente vestidas y calzadas.

Al sonar el primer timbrazo y tras abrir una de las doncellas, apareció la primera pareja.

Apareció un General SS acompañado de su esposa. Hicieron el saludo ante Melba, que también iba vestida de General SS y se adentraron en el gran salón.

La mujer antes de entrar se fijo en mí y tras quitarse uno de sus guantes me cruzó la cara un par de veces.

Yo me contuve y me quedé quieta y en la postura que me habían indicado. Esta era en la posición de descanso, pero con los brazos caídos.

El siguiente timbrazo anunció a un Teniente Gestapo. Este pasó a mi lado y me ignoró totalmente.

Siguieron apareciendo invitados. Y tras media docena de sobeos, me vi ante el que sería uno de mis mortificadores.

Iba vestido de General Gestapo y condecorado. Se interesó por mí y al ser anunciada como una agente ruso-francesa me dedicó una de las mas diabólicas sonrisas que había visto antes.

Cuando hubo entrado el último de los invitados, pasamos al gran salón y nos dirigimos cada uno a nuestro lugar.

A mí me retuvo Melba en el centro y anunció en voz alta mi condición de agente ruso-francés y que había sido capturada por ellos.

Entonces, anunció ............

*** Dada la condición de nuestra anfitriona, me he molestado en prepararla como asiento, la silla del doble falo. Pero la instalaré en el centro del gran salón. Además me he permitido que la silla sea giratoria. Y además carecerá de respaldo y sus manos y pies serán atados, a fin de que no pueda levantarse. Durante el primer plato, permanecerá con el vestido. En el segundo, yo misma la descubriré los pechos. En los postres, le será arrancado el vestido del todo. En el café, permanecerá ante las mujeres. En las copas, pasará a disposición de los hombres.

En ese mismo instante y ante un aplauso de emoción, que me dio grandes escalofríos, fui llevada por Melba ante la silla, a la que ya habían quitado el respaldo y en la que se veían dos grandes penes de goma maciza y lubricada.

Me hicieron sentar sobre los dos al mismo tiempo, pero me ayudaron a que se introdujeran en mi interior. Luego me fueron atadas las manos juntas a un hierro que caía sobre mí. Y por último me ataron los tobillos con las piernas muy separadas, a dos argollas que había en el suelo.

No sabía a donde dirigir mi mirada, ya que todos la tenían fijada en mi.

Antes de que me diera cuenta, la silla comenzó a rotar con lenta velocidad. Y en ese momento me di cuenta, que se servía el primer plato.

En una de las vueltas, me dio por contar el número de personas que habían asistido a la cena. Había 15 mujeres y 13 hombres.

Vi también a la pequeña Cloe. Hablaba con un teniente SS. Y a Stara que mantenía una animada conversación con un General SS, a pesar de que su esposa estaba algo contrariada y molesta.

La silla se paró de golpe. Se iba a servir el segundo plato. Y vi, como Melba se levantaba y se acercaba hasta mí. Se limitó a desengancharme el vestido del collarín. Este cayó por su propio peso, quedando yo, ante los demás, desnuda de medio cuerpo.

Melba antes de irse, me dio un par de manotazos en los pechos, los cuales se movieron doloridos, ante los presentes.

Realmente, era la estrella de ellos. Aunque lo mas indicado, sería el decir que era el payaso de turno.

El segundo plato transcurrió tranquilo, mientras yo, daba vueltas, esta vez hacia el lado derecho.

Se anunciaron los postres. El giro de la silla cesó y pude ver como un par de mujeres se levantaban y se aproximaban hacia mí.

En cuanto estuvieron a mi lado, asieron mi mini-vestido y tiraron con todas sus fuerzas, cada una en una dirección.

En seguida, el vestido se rasgó y quedé desnuda totalmente ante todos los presentes.

La que se había quedado con el vestido, lo agitó en el aire y me azotó con él, unas 5 veces los pechos. La otra al no tener nada a mano, mas que su collar, se lo desabrochó y me azotó varias veces los pechos y sobre todo el vientre.

Luego se sentaron y yo permanecí sin movimiento ante ellos.

Cuando se anunció el café pensé que iba a ser mi fin, pero sucedió de un modo raro. Tan solo las dos hembras que se habían levantado la vez anterior y otras dos que se añadieron, acudieron hasta mí.

Me pusieron al rojo a base de manotazos. Desde la cara hasta, pasando por los pechos, los muslos.

El tiempo del café terminó y se anunciaron las copas. Y yo pensé, que en ese momento empezaba el peligro para mí.

Melba se acercó a mí y me desató. Luego me hizo incorporarme de mi silla y poco a poco los dos penes fueron saliendo de mis cavidades.

A continuación me hizo acompañarla hasta la biblioteca en donde ya aguardaban los hombres.

Al entrar nos hicieron un hueco, quedándome yo en el medio de todos ellos.

Me di cuenta de que todos estaban uniformados y con la gorra puesta.

Melba al vestir como un hombre, permanecía ante ellos. Ella pasó como uno más, pero yo en cambio, fui el centro de atención de todos ellos.

Uno de los tenientes propuso que podían intentar calentarme un poco con las fustas u otros objetos.

La mayoría de los presentes se abstuvieron y siguieron bebiendo su copa, pero Melba increpó a los otros a que me azotaran con sus cinturones.

Y los otros se enardecieron ante la propuesta. Rápidamente, se quitaron los cintos y se acercaron hasta mí.

Me sentí perdida. Pero no dije nada y tampoco hice movimiento alguno.

Cuando vi venir el primer golpe, lo paré afortunadamente con las manos ya que me venía directo a los pechos.

Pero antes de que me diera cuenta el siguiente golpe se estrelló en mi espalda. Y otro en los muslos. Y mientras yo me debatía por tocar y calmar las partes doloridas, otro azote me cayó en el vientre.

Fue tan terrible ese último azote, que me eché las manos al vientre y así de esa forma me cayeron dos azotes consecutivos en las nalgas.

Gemí y exclamé ante el dolor. Y cuando iban a caer nuevos golpes sobre mi cuerpo, oí la voz de uno de ellos, que imploraba el poder tomarse la copa tranquilo.

Los castigos cesaron de inmediato. Había hablado uno de los Generales SS.

Como me habían dejado aislada, el General me hizo un gesto para que fuera a sentarme junto a él. Obedecí y me acurruqué a su lado, dejando que me acariciara y pellizcara ligeramente.

El, me tenía abrazado con su brazo izquierdo por encima de los hombros.

Y yo mantenía las manos sobre mis muslos marcados por los cintos.

Así permanecí durante algunos minutos. Pero al término de este tiempo, uno de ellos me cogió las manos y me hizo alzar los brazos, con lo que mi cuerpo se arqueó, dejando una postura de lo mas provocativa.

El general, me miró a los ojos y sonriendo me arrimó el vaso con hielo a los pechos.

Sentí tal escalofrío que todos los presentes rieron. Enseguida uno de los oficiales, me arrimó la punta de su cigarrillo a la axila izquierda.

Me estremecí de terror. Y aunque ya había pasado por ese suplicio, era superior a mi.

Hasta el momento el joven tan solo había amagado, pero no me había aún tocado físicamente. Entonces el General, como si fuera mi protector, dijo ......

*** Querida. Has de comprender tu posición. Eres una espía y nosotros somos tus verdugos. Estarás de acuerdo en que no debemos tratarte nada bien. Por tanto, déjate hacer, o nos veremos obligados a maltratarte como mereces.

Me produjeron mas terror sus palabras, que las intenciones del joven, que había intentado asustarme con el cigarrillo.

Como mi temor no cesaba, ellos se dieron cuenta del temblor de mi cuerpo y procedieron a colocarme de la forma mas salvaje para sus intenciones inmediatas.

Por tanto me hicieron abandonar el sofá y me condujeron hasta una banqueta minúscula, forrada de cuero.

Una vez ante la banqueta, me hicieron colocar mis caderas sobre ella.

Luego echaron mi cuerpo hacia atrás, dejándome los brazos y piernas muy separados. Y a continuación me ataron, tensando los anclajes.

Melba, aprovechó para sentarse sobre mi vientre, lo que me hizo exclamar de dolor. Y ahí comenzó la primera parte de mi tormento.

Tras levantarse Melba, comenzaron a azotarme con sus cintos. Y tanto, mis muslos como mi vientre fueron salvajemente azotados.

Después de los azotes, vino la ducha. Esta consistió en regarme con alcohol las heridas. Lo que me produjo tal malestar, que de mi garganta escaparon jadeos y lamentos, confundiéndose con mis gemidos.

Melba, se decidió a azotarme los pechos con su fusta espinosa. Y ante mi dolor y lamentos, propuso ......

*** Creo, que es el momento oportuno de bajarla a los sótanos y montarla en sus aparatos favoritos. Ella dirá que no la gustan, pero es en los que mejor está. Además, gana belleza en los mismos.

*** Pues vamos a los sótanos. Estoy deseoso de verla montar y galopar esas cabalgaduras.

Había hablado el General. Y enseguida fui desatada y puesta en pie.

Me dejaron atadas las manos a la espalda. Dos fuertes manos, asieron mis brazos y nos encaminamos hacia la puerta exterior de la biblioteca. Esta puerta comunicaba directamente con las escaleras interiores que descendían a los sótanos.

Me sentía fatal. Y además sentía como mi cuerpo temblaba, después de la reciente zotaina. Cada vez que me miraba la parte delantera del cuerpo, me entraba un afligimiento atroz. Estaba totalmente marcada por los cueros, pero lo que mas ensombrecía mi ánimo era el verme los pechos tan golpeados.

Como Melba y el General se habían rezagado, junto a los dos hombres que me acompañaban, se decidieron por limpiarme las heridas y bajar virgen al tormento.

Por tanto me hicieron entrar en un cuarto que había a mitad del descenso. Enseguida fui untada por la crema milagrosa y me dejaron atada, hasta que me hiciera efecto.

A los cinco minutos, uno de los hombres vino a por mí y me condujo hasta el lavadero. Este consistía en una cadena que caía del techo, en medio de una especie de desagüe. Y muy cerca una manguera de presión.

Me colgaron de los tobillos y con las piernas ligeramente separadas, a fin de que el agua limpiara todas las partes de mi cuerpo.

Me sentí morir de impresión y dolor, ante aquel fuerte y helado chorro de agua. Pero en breves segundos cesó y fui descolgada.

Me secaron a fondo y yo pude contemplar de nuevo, que no había señal alguna en mi cuerpo. El pelo me lo dejaron húmedo, pero que mas me daba si dentro de unos instantes caerían sobre mi nuevas atrocidades.

Me hicieron levantar y me volvieron a atar las manos a la espalda. Entonces dos de los hombres me cogieron cada uno de un brazo y me obligaron a andar hacia la puerta. Y salimos de nuevo a las escaleras.

Descendimos lentamente. Y ni una sola vez me atizaron con las fustas.

Tan solo me increpaban y me insultaban descaradamente. Y por fin apareció el largo corredor, que conducía a la cámara de los suplicios.

Después de andar unas 50 yardas, llegamos ante la maciza puerta blindada. Y melba la abrió y yo fui empujada bruscamente al interior. Di un traspié y estuve a punto de caer, pero ya unas grandes manazas me contenían de un brazo y un pecho.

Di una rápida ojeada y descubrí a todos los hombres, allí presentes. Me condujeron hasta una minúscula banqueta de cuero. Y me hicieron sentarme en ella dejando ligeramente separadas las piernas.

A continuación todos me rodearon. Melba y el General se pusieron frente a mí y uno de los hombres que tenía a mi espalda, me hizo levantar la cabeza a fin de que les mirara directamente a los ojos.

Melba con una vara de caña señaló sobre la parte superior de mi cuerpo en donde debería ser tratada. Esta parte señalada, incluían los pechos y los hombros.

Rápidamente uno de los hombres se puso a mi derecha y comenzó a descargarme ligeros y suaves vergajazos a la altura de mis clavículas. Yo, tan solo hacía guiños y gestos de dolor. Sentía un escozor raro y picante.

Y antes de que pudiera darme cuenta, él ya estaba azotándome los hombros, esta vez sin ningún tipo de delicadezas. Además del ritmo, que había aumentado, también la fuerza de los golpes era mayor.

Cuando me hubo azotado los hombros, se situó a mi espalda y fui recibiendo los azotes, que me invadían desde atrás y en los que la punta del vergajo y a veces mas de un palmo de verga, se incrustaban en mis pechos.

Las lágrimas habían aflorado en mis ojos y descendían a gran velocidad, cayendo sobre los vestigios del castigo. Pero de momento, todavía no había lanzado un grito.

Mis jadeos por otra parte eran intensos y prolongados. Al igual que el removerme en mi asiento, pero las manos fuertes de quien me sujetaba, no me permitía hacer grandes movimientos. Y por supuesto no dejar de mirar a sus dos jefes.

Enseguida se dio paso a otra tanda de castigos. Me hicieron levantar y me condujeron hasta una pilastra de un metro de altura. Me hicieron doblar el cuerpo hacia adelante, hasta que mi cuello se apoyó en la parte superior de la pilastra. Había una anilla que unieron a la de mi collar. Las manos me fueron atadas a otras anillas que había en los lados de la pilastra.

Luego me hicieron separar las piernas al máximo y anclaron los engarces de mis tobillos a dos anillas disimuladas en la moqueta del suelo.

Se me prohibió expresamente, el doblar las piernas y el gritar. Y como en esta posición solo podía ver a Melba y al General que estaban sentados frente a mí, me sentí tan mal, que comencé a jadear de miedo.

Pero antes, de que empezara todo, me colocaron en el suelo y ante mis ojos dos monitores, a fin de que pudiera ver lo que pasaba a mi alrededor.

Uno estaba orientado a mis nalgas y muslos abiertos. El otro debía ser manejado por uno de ellos, pues cada vez veía algo distinto de mí.

Observé que todos los detalles de mi cuerpo se veían magníficamente. Al parecer tenía varios focos apuntando a todo mi cuerpo.

En uno de los enfoques de la cámara móvil, observé, que ya un par de ellos se habían desnudado y que otros dos se aproximaban hacia mis nalgas con la fusta en la mano. Vi, como la mostraban a la cámara y pude apreciar que se trataba de una fusta muy flexible y fina. Y terminaba en 5 ramificaciones de cuero, de unos 2 cm. de largo, con una bolita de pinchos en sus extremos.

Estas visiones me hacían estremecer. No había nada mas sádico que una visión directa de lo que te iban a hacer o te estuvieran haciendo.

Sentí algo en mis nalgas y miré al otro monitor. Era uno de ellos que había posado una de sus manos en mí, para a continuación colocar la otra y abrirme las dos medias lunas. Enseguida, observé como el mango de una fusta era colocado en la entrada al ano.

Una mano la empujó y yo solté una exclamación de dolor. La sacó con fuerza y este acto me causó mas dolor que el anterior.

Se estaba preparando el asalto. Y no se hizo esperar. Vi en el monitor una mano que alzaba la fusta y la lanzaba contra mí. Cambié la mirada de monitor instintivamente y tuve el horror de contemplar la fusta caer sobre mi nalga izquierda. Casi al instante, resoplé y me removí en mis ataduras.

Pude contemplar nuevos ataques, todos ellos a las nalgas. Me sentía de un modo infernal, todo mi cuerpo estaba temblando, a causa del enorme dolor que estaba recibiendo. Pero en breves minutos cesó. Una cámara estaba siendo situada debajo de mi pubis. Cuando estuvo dispuesta, pude contemplarme con todo detalle. En los dos monitores era exhibida por mis partes íntimas.

Entonces sentí abrirse sobre mí, todos los infiernos del mundo. Una fusta había sido lanzada sobre la cavidad de mis nalgas y la había visto curvarse hacia en interior, yendo a chocar contra mi pubis. Y antes de que pudiera resoplar, ya que me estaba prohibido el gritar, una segunda fusta, fue a clavarse en el mismo sitio.

En ese momento sentí que se me doblaban las piernas y que no iba a poder contener el grito, pero me armé de valor y no hice ninguna de las dos cosas, pero eso sí, me contraje y resoplé con todas mis fuerzas.

Eso debía de ser lo que ellos andaban buscando en mí, pues a partir de ese momento, los golpes arreciaron. Y con mayor rigor, cuanto mas resoplaba y me contorsionaba.

Después de unos 15 azotes a esta zona, el castigo cesó y vi como ahora en un monitor aparecía tan solo mi cara, inundada de lágrimas y sudorosa. Y en el otro monitor, tenía un primer plano de mis nalgas atormentadas.

Las imágenes desaparecieron de los monitores y a continuación plasmaron mis dos laterales. Pude verme los pechos colgando flácidamente. Y enseguida uno de ellos apareció y se acopló en mi ano. Lancé un fuerte resoplido, debido al escozor que tenía en aquel momento, ya que la fusta me había dejado esa zona muy sensibilizada.

El hombre entraba y salía de mí con tanta fuerza que mi cuerpo se movía frenético y hacía que mis pechos parecieran como cencerros. Pero también me cogía de los pelos y me daba fuertes palmadas, tanto en las nalgas, como en los costados.

Terminó éste y ocupó su lugar otro. La misma historia.

Después de una media hora de soportar aquellos cuerpos, estaba mas sudorosa que dolorida.

Por fin parecía que todo había terminado. Me estaban desenganchando las anillas de los tobillos. Luego, fue mi cuello el que quedó liberado y a continuación mis muñecas.

Me sentía sucia y cansada, pero no quería dejarme caer al suelo. Sabe dios, lo que hubieran sido capaz de hacerme.

Entonces oí al general decir ....

*** En vista de lo asquerosa que está, la sacaremos a dar un paseo por la playa y de paso la bañaremos. Iremos en el todo terreno.

Entonces, subimos de nuevo las escaleras. Como a mí me costaba bastante trabajo, debido a lo cansada que estaba, de vez en cuando me asestaba un azote en los muslos.

Salimos a la calle. El aire fresco de la noche me sirvió de alivio.

Pero enseguida me hicieron andar hasta el garaje. Allí esperaban ya dos coches en marcha. Los dos todo terreno.

Los dos hombres que me llevaban de los brazos, me desataron las manos y me hicieron sentar sobre el capó del primero.

Sentía vibrar la chapa bajo mis nalgas y además estaba muy caliente.

De inmediato, me hicieron recostarme sobre el capó y me abrieron los brazos, atándome las cadenillas a unas anillas que había en cada retrovisor.

A continuación tiraron de mis piernas, hasta que quedé tumbada y tensa sobre el capó. Luego me las abrieron y anclaron mis tobillos a los extremos de los paragolpes.

En esta postura me sentí algo nerviosa, pero más, cuando el que estaba al volante hacía acelerar el motor.

Arrancó sin mediar orden y avanzó por el terreno adyacente a la gran mansión con gran velocidad.

En breve nos adelantó el otro vehículo y se colocó delante del que iba yo. La tierra que despedían sus ruedas, caía hiriente sobre mi cuerpo.

Se dieron cuenta de que una china podía abrirme la cabeza y pararon, para colocarme un casco integral. Y así prosiguió la marcha.

De pronto el primer vehículo, se desvió a la derecha y se metió por un terreno muy accidentado. Yo botaba sobre el capó y además recibía toda clase de materiales que despedía en coche precedente.

Por fin enfilamos la playa. Estaba totalmente iluminada, pero no había nadie más en ella a parte de nosotros. Cuando nos adentramos en la luz, me di cuenta de que el viaje había sido filmado.

El coche se detuvo con tanta brusquedad, que, salí impulsada hacia adelante, arqueando mi cuerpo y clavandóseme las pulseras en las muñecas y en los tobillos.

Fui desatada y tirada al suelo y de nuevo atada de manos, a la vez que unían de igual forma mis tobillos. Uno de los hombres enganchó una cuerda a mis pulseras y se dirigió hasta el coche que había delante, al que ató el otro extremo.

Me sentí morir de terror. Pero que podía yo hacer para remediar aquella situación.

El coche al que estaba amarrada, arrancó despacio. Me vi tirada y arrastrada lentamente hacia el agua. Hasta el momento iba sobre mi vientre y al ser la velocidad tan pequeña, apenas sentía nada.

Al llegar al agua el coche se detuvo y me desataron los tobillos, y me hicieron poner en pie.

Me indicaron que caminara o corriera, según las circunstancias. Pero que si me caía, seguiría así hasta que ellos pararan.

El coche arrancó despacio y yo me puse a caminar, sin esperar a que la cuerda se tensase. Me sentía algo cansada, pero tenía que hacer aquel esfuerzo para evitar el ser arrastrada.

El coche fue incrementando su velocidad, hasta que ya no tuve mas remedio que empezar a correr. Y cada vez corría a mas velocidad y ya con la cuerda tensa. Para colmo el coche se metió por el agua y el salpicar del agua me cegaba y creía que en cualquier momento caería. Pero no ocurrió tal cosa, ya que el coche se detuvo en seco y yo pasé corriendo a su lado hasta que la cuerda quedó tensa y me hizo caer a mi lado izquierdo de forma violenta, dejándome sin fuerzas.

Me levanté como pude, entre las carcajadas de aquel asqueroso grupo.

Uno de ellos me fue atrayendo hacia él, tirando de la cuerda que me sujetaba. Seguía oyendo las carcajadas cada vez mas sonoras y desagradables y por fin estuve ante el hombre que tiraba de la cuerda.

Me quedé con la mirada baja ante él. Pero, éste dio un fuerte tirón del último medio metro de cuerda y al dar yo el traspié, me quedé apoyada sobre él. Entonces me cogió del pelo y me dio un par de bofetadas. Luego me hizo girar a fin de que mirara al resto de ellos.

Entonces me di cuenta de que todos estaban desnudos.

Pero Melba no estaba entre ellos. Me quedé un poco desconcertada. Pero enseguida sentí su efecto negativo. Me acababa de echar un cubo lleno de sus orines por encima de la cabeza.

Ahora las carcajadas eran mayores que antes. Dispusieron que era una sucia perra y que debía ser tratada con un poco de mano dura, pero antes se me daría la oportunidad de dar un paseo lleno de calor.

Todos se subieron a los coches. Y al que estaba yo enganchada comenzó a deslizarse por el agua, haciéndome correr tras él, hasta que ya no pude seguir su marcha y caí al agua.

Fui arrastrada por el agua, algo mas de 50 metros. Por fin se detuvo y yo me icé a fin de poder respirar un poco. Pero antes de que me diera cuenta arrancó de nuevo con dirección a la arena. Y de nuevo me vi arrastrada por el agua, hasta que llegamos a la orilla.

Creía que iba a parar, pero fue todo lo contrario, aceleró mas todavía y a mí me obligó a arrastrar mis pechos, vientre y muslos por la arena.

En uno de los virajes di varias vueltas y seguí siendo arrastrada, pero esta vez de espaldas. No podía casi gritar. El dolor me atenazaba con su mano negra y no me soltaba en ningún momento.

Me dieron un par de viajes por la arena, hasta que por fin pararon.

Yo lo veía todo borroso y todo me daba vueltas. Debí de perder el sentido, ya que no recuerdo nada más.

Cuando la luz volvió a mí, me vi medio cubierta de agua. Estaba atada en la orilla en forma de aspa a 4 estacas.

Cada dos minutos mas o menos, una ola mas larga me cubría entera y yo debía contener la respiración para no tragar agua. Pero el intervalo entre ola y ola cada vez eran mas pequeños. Y de esta forma estaba casi constantemente cubierta por el agua.

Antes de que quedara sepultada permanentemente por el agua me desataron y me hicieron caminar hasta donde estaban los demás. Tenían una hoguera en la que se calentaban un poco, mientras reían y bebían.

Me recibieron con carcajadas y me hicieron un hueco entre ellos.

Me senté entre ellos y agradecí el calor del fuego. Uno de ellos me preguntó si deseaba dar otro paseito. Debí poner una cara tal, que todos se carcajearon de tal forma que alguno hasta se revolcaba por la arena.

Entonces el General dijo ......

*** Bueno. Ya es hora de volver a casa. Colocad a la princesa en su trono y salgamos pitando. Tenemos que continuar con el trato de esta jovencita.

De nuevo fui conducida hasta el coche y atada como la vez anterior y cubierta con el casco protector.

Pasé los mismos infiernos, pero llegué helada, debido a que todavía estaba mojada.

Parecía una pesadilla. Las escaleras se me hacían interminables y sentía un pánico brutal a entrar de nuevo en aquella sala de escarnio.

Llegamos sin más dilación a la gran sala. Fui conducida hacia el falo.

Melba con un gesto me indicó que me aproximara. Y yo la obedecí sin rechistar. Un par de manos me abrieron las dos medias lunas y me hicieron sentar sobre el aparato. Me empujaron bien las nalgas y me separaron mucho los muslos, a fin de que entrara a tope. Los dolores eran increíbles y más, debido a que estaban recientes las huellas de hacia un par de horas.

Ataron mis manos por las pulseras a dos cadenillas, que al tensarlas me dejaron los brazos ligeramente separados. Y los muslos me los tensaron muy abiertos hasta llegar a la horizontal.

Entonces Melba, anunció ......

*** Ha llegado el momento de tratarla mal. Azotadla las piernas. Y ya después nos encargaremos del resto. Y sobre todo, que la filmación no pare ni un instante.

A pesar del dolor que me causaba el permanecer en aquella postura, teniendo como único apoyo el falo clavado en mí, me faltaba el aliento para aguantar todo lo que se proponían hacer conmigo.

Dos hombres se situaron a ambos lados de mí con sendas fustas, del tipo de las muy flexibles.

Y comenzó el tormento. Los dos primeros golpes cayeron sobre las rodillas. Aguanté y soporté el escozor repentino. Pero los dos siguientes golpes cayeron algo por encima y no tuve mas remedio que resoplar del daño que me habían causado.

Siguió otra serie al centro de los muslos. Me picaban los mordientes látigos, pero seguía sin gritar. Para mi interior sabía, que no tardaría mucho en desgañitarme, debido a los terroríficos dolores que me iban a causar.

Los azotes ahora caían en el nacimiento de las piernas. Me enloquecían de dolor. Y aunque no gritaba, si resoplaba y gemía. Las fustas mordían mis tiernas carnes, a la altura de las ingles. Era el sitio mas frágil de las piernas.

Cuando tuve las dos piernas marcadas, decidieron que era el momento de azotarme la parte trasera de los muslos, las corvas y las plantas de los pies.

Para conseguirlo, hicieron elevar mis piernas bastante, a fin de dejarlas preparadas para sus propósitos. Para que les fuera mas cómodo el azotarme, hicieron elevar mi asiento hasta una altura de unos 120 cm.

El dolor que me producía el tener que mantener aquella postura era insufrible.

Mis pies sufrieron los primeros ataques, que dejaron en 4 azotes. Y se prepararon para asestar a mis nalgas otros golpes.

Llovieron los azotes y me vi temblando y llorando de dolor. Ya no me sentía con ánimos de callar y mis gritos llenaban toda la estancia. Después de 8 pares de azotes, se pasaron sin previo aviso a los muslos.

Me azotaron a fondo y cuanto mas les suplicaba que me dejaran descansar, tanto mas arreciaban los azotes.


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