Previous Chapter Back to Content & Review of this story Display the whole story in new window (text only) Previous Story Back to List of Newest Stories Next Story Back to BDSM Library Home

Review This Story || Author: sman2000

El solucionador

Part 3

Jessica había recibido la llamada a primera hora de la tarde. Pensaba que no habría más reuniones durante el día. Siendo la jefa de operaciones de una gran multinacional podía tomarse ciertas libertades con el horario u otras cosas. No lo hacía. Estaba demasiado dedicada al trabajo. Así había conseguido semejante cargo con tan solo treinta años. Muchos por supuesto lo achacaban a su aspecto. No eran pocos los rumores sobre cómo había conseguido el favor del fundador. Todos falsos, aunque eran comprensibles.


Se trataba de una auténtica preciosidad de mujer. Una diosa. Carecía totalmente de vida social. Únicamente se dedicaba al trabajo y a mantenerse en forma, porque ella también era consciente de su atractivo físico. Le gustaba estar guapa. Si eso la ayudaba o no a progresar, poco le importaba.




Medía un metro setenta, tal vez un poco más. Su pelo era largo, de color castaño oscuro, con muchas ondas. Se peinaba con la raya en medio dejando el cabello caer enmarcando su precioso rostro. Las ondas llegaban justo por detrás de los omoplatos a la espalda y casi hasta los pechos por delante. Dejaba al descubierto la mayor parte de la frente e incluso las mejillas, cubriendo tan solo el lateral de ambos lados. Tenía el cuello largo, grácil, elegante como el de un cisne.


Su cuerpo era envidiable. Tenía la piel un poco bronceada, lo justo para darle una apariencia joven y saludable. Poseía el tipo de una modelo solo que con mucho mejores curvas. Tenía los pechos firmes, de talla casi noventa, bien redondeados. El trasero era simplemente perfecto. También una noventa, también redondo y firme. Era la clase de culo que se veía bien tras unos vaqueros, un bikini, una falda, o un vestido.


El rostro no hacía desmerecer ni un ápice a tan magnífico cuerpo. Era ovalado y bien proporcionado. Los ojos eran color avellana, ligeramente hundidos en el rostro, con forma de almendra. Estaban coronados por unas finas cejas con ángulo muy suave. La nariz un poco chata y levantada. Los labios, pintados ligeramente de rosa, eran gruesos sin llegar a ser excesivos. Usaba algo de maquillaje. Poco.


Aquel día, como cualquier día laboral, vestía de forma elegante. Llevaba un vestido color beige muy claro, con escote en forma de U, demasiado recatado para mostrar más que el cuello. Tenía las mangas largas, dejando a la vista solo las manos que, eso sí, exhibían una carísima manicura, con las uñas de color rosa también muy claro. Estaba bien ceñido a la esbelta cintura de Jessica. De ese modo marcaba bien el contorno de los pechos y los glúteos, aunque sin el más mínimo atisbo de vulgaridad. La parte inferior llegaba justo por debajo de las rodillas. El resto de las piernas estaba cubierto por medias color carne y unos zapatos gris claro. Llevaba encima un abrigo igual de largo que el vestido, color azul grisáceo. No era un día especialmente frío, así que lo llevaba abierto. Ni siquiera había metido los brazos en las mangas. Simplemente lo cargaba sobre los hombros.




La llamada había sido un tanto desagradable. La junta de accionistas no la quería en su puesto. Estaba haciendo un gran trabajo, por eso el fundador la había contratado y le había dado control absoluto sobre la empresa. También estaba cortando ciertas posibilidades de negocio poco legales para otros socios. Por supuesto eso no había gustado a muchos de los accionistas. Aún así habían aguantado. Todo se complicó cuando, gracias al renovado crecimiento de la empresa otras multinacionales más grandes habían mostrado interés por comprarles. La oferta era tan golosa que la mayoría de los accionistas querían aceptarla. Jessica se negaba tajantemente. Veía la posibilidad de hacer mejor negocio a largo plazo. Mejor para la empresa, pero cierto grupo de los accionistas mayoritarios estaban empeñados en obtener el bien inmediato. Poco podían hacer sin el apoyo del fundador, y este apoyaba las decisiones de Jessica. Como tampoco eran capaces de hacerla cambiar de opinión, llevaban un tiempo intentando convencerla de dimitir.


Jessica, por supuesto, no iba a dejarse convencer. No le importaba si empleaban tácticas extrañas, como citarla en uno de los áticos de la empresa en lugar del centro de reuniones habitual. Estaba acostumbrada a esas pequeñas jugarretas. Sacar a la otra persona a un terreno donde se sintiese más cómoda. Estaban tan anticuadas como la mayor parte de la junta de accionistas. Solo se preguntaba si habrían elegido a un representante o habrían decidido reunirse allí al completo. Su experiencia le dictaba lo segundo, pero tampoco le inquietaba mucho encontrarse con toda la plana mayor. 




No le llevó mucho tiempo desde que aparcó en el parking del lujoso edificio hasta encontrarse en la veinteava planta. Aunque tenía las llaves decidió llamar a la puerta. No reconoció a quien le abrió la puerta. Un hombre alto, de complexión atlética. Moreno con el pelo corto. No era especialmente atractivo o desagradable. De hecho, apenas tenía rasgos que le pudiesen distinguir entre la multitud. Tal vez cierto porte militar acompañado de presencia intimidatoria. Vestía de traje negro con corbata azul y camisa blanca.


Jessica quedó un poco perpleja. La junta había elegido un representante para hablar en nombre de todos otras veces, pero siempre un miembro de la propia junta. Este era un total desconocido. ¿Habían contratado una especie de negociador? Estaba claro que él la conocía. La había saludado formalmente llamándola por su nombre. Se había presentado simplemente como Bob.


-No te había visto antes, Bob. ¿Qué es todo esto?


-Me han contratado para negociar usted.


Respondía secamente. El tono justo para no resultar desagradable. Tampoco estaba demasiado cerca de resultar amigable. Tan solo formal.


-¿Eres una especie de mediador?


-Podría decirse que sí. Ayudo a desatascar las negociaciones que se encuentran en un punto muerto.


-Entiendo. Dame un minuto.


Jessica ni siquiera había atravesado aún el umbral de la puerta. Hizo un signo de pausa a Bob. Le costaba creer que alguien se llamase simplemente Bob. En cualquier caso, quería saber de qué iba aquel asunto. Rebusco en el bolso por uno de sus móviles. Llevaba uno personal, con números de familiares y de tan solo un par de amigas, y el laboral con una agenda tan grande como aquel ático de más de doscientos metros. Sacó el segundo. Buscó rápidamente el número de Cora, la única mujer miembro de la junta de accionistas. No eran precisamente amigas, pero había cierta confianza entre ambas. Tras un par de tonos escuchó la voz de una mujer bien entrada en los cincuenta al otro lado del teléfono.


-¿Jessica?


Jessica evitó suspirar con resignación. Evidentemente debía aparecer su nombre en el teléfono de Cora, pero ese era el problema de la junta, no sabían adaptarse a los tiempos.


-Sí, soy yo. Estoy en el ático del centro. Esperaba reunirme con vosotros, pero aquí solo hay un hombre que se hace llamar Bob.


-Sí.


Esa fue toda la respuesta de Cora. Parecía nerviosa. Más aún, inquieta. No era normal. Cora podía ser un dinosaurio en cuando a sus métodos de trabajo, pero estaba acostumbrada a operaciones de millones y millones tanto de euros como de dólares. Sin embargo le costaba hablar.


-¿Entonces le habéis elegido para representaros? No vais a conseguir nada nuevo.


-Escúchame, Jessica. - Cora había levantado el tono de voz. Sonaba como si quisiese decir algo importante. - Ese hombre tiene autoridad para hablar por nosotros. Acepta su oferta, ¿de acuerdo?, simplemente acepta su oferta.


Jessica movió la cabeza de lado a lado, negando.


-Ya hemos pasado por esto, Cora. No podéis…


-¡No lo entiendes Jessica!, ¡no entiendes una mierda! Acepta su oferta, ¿de acuerdo?, tan solo acepta su oferta.


Con esas últimas palabras Cora colgó. Jessica miró algo sorprendida al teléfono. Lo guardó nuevamente en el bolso y volvió a mirar a Bob. Luego se encogió de hombros.


-Parece que tu y yo vamos a tener una charla.




Ambos entraron en el ático. Jessica no se fijó, pero Bob se aseguró de cerrar bien la puerta tras ellos. La joven ya había estado allí antes. La empresa usaba ese ático para algunas reuniones, para alojar a socios que vivían fuera de la ciudad, o para alguna de esas fiestas en las que ella procuraba no tomar parte. Aún así había estado anteriormente, cuando se alojaban socios o clientes de fuera. Siempre como en aquella ocasión, por asuntos laborales.


No había mucha decoración. Un par de sillones cómodos, una mesita donde ahora había unos cuantos papeles y el maletín de Bob, algunos armarios… La cocina, aunque sencilla, no estaba en una habitación distinta. Tan solo había una barra americana. Tampoco es que se usase mucho, pero un piso entero sin cocina habría resultado raro. Además, así tenían un sitio para la nevera y, por añadidura, las bebidas frías.


Jessica se sentó en uno de los sillones alrededor de la mesa, al lado contrario de la puerta. Bob justo en frente, aunque él trajo una silla desde la cocina. Ambos se miraron unos instantes. Era evidente que los dos sabían guardar silencio para poner nerviosos a sus interlocutores. También se hizo evidente muy pronto que ninguno de los dos iba a ponerse nervioso con artimañas tan baratas.  Bob sonrió con reconocimiento. Jessica devolvió el gesto. Tenía una sonrisa radiante, vital, y enérgica. Fue la primera en hablar.


-Escucha. Hoy ha sido un día largo. Estoy cansada. Acabemos cuanto antes. Hazme tu oferta para que pueda rechazarla rápido.


Volvió a mostrar su magnífica sonrisa.


Pasaron casi dos horas negociando. Habían necesitado encender la luz para seguir viendo. Bob había empezado fuerte. Sin más, diez millones por abandonar su puesto. Mucho mejor que cualquier finiquito. De hecho durante unos segundos se había imaginado siendo rica con ese dinero. Aún así lo rechazó. A largo plazo estaba segura de poder conseguir más en la empresa. Desde allí siguieron mejores ofertas cada vez. Jessica a veces se tomaba la molestia de responder, pero mentalmente las había rechazado todas antes incluso de acabar de escucharlas. Bob había descrito la situación como un punto muerto. Ella lo veía de otro modo. Simplemente no iba a ceder. Llegado ese punto ya era cuestión de orgullo. Sabía que podía hacerlo mejor. Sabía que podía convertir a la empresa en una de las primeras del sector a nivel mundial. Para ella no se trataba solo de dinero. Había empezado sin nada. Se había matado a estudiar mientras trabajaba para pagarse la carrera. Había soportado a machistas y cerdos que la despreciaban por ser mujer o por ser guapa. Cuando finalmente tenía la oportunidad, no iba a dejarla pasar. Prefería arruinarse a enriquecerse sin comprobar hasta donde era capaz de llegar.


-Bob. - Todavía se le hacía raro llamar así a alguien. - Tampoco me interesa. No quiero ese dinero. Imagino que tampoco a ti te gusta fallar. Lo entiendo. A pesar de todo, no puedes ofrecerme nada que quiera.


El hombre se recostó sobre el respaldo de su asiento. Admiraba esa actitud. Además, estaban llegando al punto al que él quería llegar. Desde el momento en que había abierto la puerta había luchado contra el deseo de arruinar la negociación a posta. Al hablar con Jessica, comprobar su entrega, observar su simpatía, esos deseos se habían acrecentado. Tristemente, al menos para él, era un profesional. Debía intentar hacerlo bien por todos los medios.


-Voy a intentar tentarte un poco más.


Hacía rato que había empezado a tutearla. A petición suya, claro.


-Siéntete libre de hacerlo.


Bob asintió antes de seguir hablando.


-Volvemos a la oferta inicial. Diez millones. A parte de eso, la junta me ha autorizado a ofrecerte algo más. Te darán parte de sus acciones. Un tres por ciento de la empresa en total. Mientras la empresa siga ganando dinero, tú también lo harás. Podrás abrir tu propio negocio.


Jessica debía admitirlo, esa oferta si le tentaba. Guardó silencio unos instantes. Al final volvió a mostrar su mejor sonrisa y negó con la cabeza.


-No. Lo siento. Sigo sin poder aceptar.


-Entiendo. Tengo que advertirte, era la última oferta. Si la rechazas no hay más que negociar. Ya no habrá marcha atrás.


Jessica asintió. De algún modo no le gustaba cómo había sonado eso, pero por su parte ya estaba todo dicho.


-Aún así, debo rechazar.


-¿Estás completamente segura?.


-Sí. Lo siento. Unas veces se gana, otras se pierde. Hoy no te tocaba ganar.




Ambos se levantaron. Jessica aún sonreía. No solo estaba en su carácter si no que, una vez más, se había mantenido firme en su postura. Extendió la mano para estrechar la de Bob, que también se había levantado.


Bob, en lugar de extender la mano derecha, usó la izquierda para agarrar la muñeca de Jessica. Tiró con fuerza hacia sí mismo. Jessica no lo esperaba y fue incapaz de oponer resistencia. Trastabilló hacia delante solo para encontrarse con un puño en el estómago. Se dobló mientras abría la boca. El golpe le había sacado el aire. Momentáneamente era incapaz de respirar. Cayó de rodillas al suelo. Apoyó la mano derecha para no caerse del todo mientras llevó la otra al estómago. No entendía lo ocurrido. Miró a Bob.


El hombre había abierto el maletín. Se giró con un par de bridas en las manos. Caminó hacia Jessica. Se situó detrás de la mujer y se agachó para agarrar el brazo derecho y llevarlo a la espalda. Después agarró también la otra mano. Las juntó para atarlas por las muñecas con las bridas.


Jessica, de algún modo, consiguió levantarse. Bob aún estaba agarrándola por las dos manos pero todavía no había conseguido amarrarlas. Ella era una mujer fuerte. No solo mentalmente fuerte. Hacía ejercicio, era joven, y el miedo le daba la fortaleza de la desesperación. Se agitó y se retorció hasta conseguir librar la mano derecha. En ese momento golpeó con el codo varias veces. Una tras otra. Al final consiguió soltar también la mano izquierda.


Bob había soltado ambas bridas. El puñetazo en el estómago solía bastar para casos similares. En aquella ocasión se había equivocado. Se encontraba intentando contener un torbellino de movimiento. Los codazos no le habían hecho demasiado daño. Eran más bien molestos. Aún así buscaba la forma de sostener a Jessica e inmovilizarla. Pasó sus brazos por debajo de las axilas de la chica. Después tiró hacia arriba y llevó ambas manos justo por encima de la nuca de su víctima. Hizo palanca empujando la cabeza hacia delante y los brazos atrás. De ese modo consiguió inmovilizar ambas manos. A decir verdad, ella seguía moviendo ambas extremidades de forma frenética, pero no servían de nada una vez los tenía mirando al techo. Tampoco servía de nada a Bob mantenerla así. Solo había ganado un pequeño respiro.


Jessica por su parte no se había rendido. Desde luego nunca se había preparado para luchar contra un profesional, pero no pasaba horas ejercitándose para darse por vencida con tanta facilidad. Ya que tenía los brazos inmovilizados trató de defenderse con lo demás. Intentó tirar con el resto del cuerpo adelante, después atrás, a un lado u otro. También lanzó algún pisotón. Siempre le habían dicho que era una buena forma de defenderse, pisar el pie del agresor con un buen tacón. Sin embargo, por más que lo intentaba, aquel maldito apartaba los pies.


Bob comenzaba a excitarse. Estaba pegado a la espalda de Jessica. Cada vez que ella se retorcía podía notar las nalgas restregándose contra las piernas y la cadera. Necesitaba tomarla ya.




Jessica seguía empeñada en liberarse. No podía ser de otro modo. Por si la situación no fuese bastante mala en sí misma, creía estar notando el pene de su agresor rozando la parte baja de su espalda.


-¡Suéltame!


Extrañamente le soltó el brazo izquierdo. Ella intentó usarlo para golpear o librarse de algún modo. Cuando quiso darse cuenta, Bob lo había agarrado. Retorcía la muñeca con fuerza para obligarla a llevarla a la espalda. Allí la siguió retorciendo. Jessica aulló de dolor. Creía que le iba a romper el brazo. No se dio cuenta a tiempo cuando el derecho también quedó libre. Aquel hombre usó la mano para agarrarla por el cuello y apretar. Jessica notó inmediatamente la falta de aire. Daba igual cuanto lo intentase, era incapaz de respirar. Agarró el antebrazo de Bob con la mano recién liberada. Intentó soltarse sin mucho éxito. Arañó la mano e intentó dar varios tirones. Nada funcionaba. Apenas se dio cuenta cuando empezó a abrir la boca y asomar la lengua entre los labios. Aunque seguía agarrando el antebrazo de aquel hombre, ya lo hacía solo de forma anecdótica. Las piernas le fallaban. Solo se sostenía en pie porque su agresor la sujetaba por el cuello. Además, comenzaba a ver puntitos blancos.


Bob estaba sorprendido por la resistencia que Jessica había mostrado. Casi había logrado librarse de la mano con la que estaba estrangulándola en un par de ocasiones. Finalmente la tenía medio estrangulada. Unos segundos más y perdería la consciencia. No era lo que él tenía en mente. Aún no. La soltó solo un instante antes de dejarla sin sentido.


Jessica se deslizó hasta caer de rodillas al suelo. Iba a caer hacia atrás, pero al chocar con las piernas de Bob, cayó de frente al suelo. Allí comenzó a toser. Respiraba desesperadamente. Al hacerlo le dolía la garganta y tosía más aún. En cualquier caso, su cuerpo agradecía el aire. Débil como para levantarse, con la mente todavía demasiado nublada para pensar con claridad, vio la puerta al otro lado del salón. Comenzó a arrastrarse hacia ella.


Bob agarró a la chica por los tobillos. La arrastró hacia sí mismo. Ella volvía a revolverse, solo que de forma mucho más descoordinada e inofensiva. Esa segunda vez Bob no tuvo ninguna dificultad en agarrar ambas manos y "esposarlas" con una de las bridas. Iba a dejarlo así cuando pensó que mejor no fiarse demasiado. Ya tenía otra brida fuera, ¿por qué no usarla?. La colocó justo al lado de la otra. Las manos de Jessica quedaron así atadas, por las muñecas, a la espalda, unos centímetros por debajo de los omoplatos. Finalmente la tenía a su merced.




Durante unos segundos no ocurrió nada. Jessica apenas era capaz de moverse y Bob recuperaba un poco el aliento. El hombre tenía una extraña sonrisa de satisfacción en el rostro. Hacía tiempo que no encontraba una víctima que le excitase tanto. Primero, Jessica era una mujer escultural, de esas que normalmente solo podían verse en revistas o películas. Segundo, se había resistido con muchísima fuerza. Le encantaba quebrar a mujeres así. Y por si todo eso fuera poco, estaba apunto de saciar sus bajos instintos.


Sin delicadeza alguna comenzó a subir la parte baja del vestido de su víctima. Jessica no llevaba liguero para sostener las medias en su sitio, las que usaba eran de las que llevan tiras de silicona. Aún así las braguitas eran bonitas, caras. Blancas, pequeñas, y muy ajustadas. Ni siquiera necesitaba quitarlas para contemplar el par de glúteos más perfectos que jamás había visto. Ya se había fijado en cuanto la dejó entrar, a través del vestido. Después lo había notado mientras forcejeaba con ella. En aquel momento, cuando por fin podía verlo sin más impedimentos que la fina tela de la ropa interior, le pareció aún mejor. El tamaño perfecto, la firmeza digna de modelos o atletas. Ya no aguantó más. Necesitaba poseerla. Normalmente evitaba violar a sus víctimas analmente. Requería demasiado esfuerzo. La vagina solía ser un blanco igual de apetecible y mucho más fácil. En este caso iba a hacer una excepción. No podía encontrarse con la mismísima perfección y dejarlo pasar.


Cuando Jessica comenzó a notar tirones en su ropa interior, fue como activar un resorte. Las fuerzas parecieron volverle de golpe.


-¡No!, ¡No me harás eso!


Desconocía los detalles. Solo sabía que iba a intentar violarla. Pataleó una vez más. Dio un par de punta pies en el suelo antes de comprenderlo. Estando boca abajo las piernas casi eran incapaces de defenderla. Intentó incorporarse. Era bastante difícil sin usar las manos. Además, Bob usaba la zurda para empujarla contra el suelo. Hasta ese momento no se había dado cuenta de cuan doloroso resultaba. Finalmente escuchó tela rasgándose. Sin saber demasiado bien por qué, le molestó mucho pensar en su cara lencería rasgada cual trapo viejo. Evidentemente tampoco le hicieron gracia los arañazos que le había provocado al arrancárselas. Ni siquiera así, con el culo al aire, conseguía hacerse a la idea de ir a ser violada. Siguió revolviéndose con todas sus fuerzas.


Bob ya se había abierto la cremallera de los pantalones. Carecía de cualquier tipo de lubricante. Tal vez hubiese algo en la cocina. Incluso debía llevar algo en su maletín. Sin embargo no quería levantarse dejándola "suelta". Optó por el método más tradicional posible. Se escupió en la mano derecha. Luego llevó el índice al ano de Jessica. La mujer gritó al notarlo. Como era de esperar, hizo cuanta fuerza pudo para impedir que el dedo la penetrase. Bob la imaginó apretando los dientes en un vano esfuerzo por no gritar. Sin esperar más intentó penetrarla. No consiguió introducir más que unos centímetros. Le resultó doloroso a la par que gratificante. Siguió empujón a empujón, rompiendo la férrea resistencia de la mujer, hasta penetrarla por completo.


Debajo de Bob, Jessica se agitaba con fuerza. El violador se encontraba en su paraíso particular, pero para ella era el infierno. Dolía muchísimo. No tenía forma de expulsarlo. Solo se movía de lado a lado intentando quitárselo de encima mientras las lágrimas caían a través de las mejillas, arruinando el sutil maquillaje que se había puesto ese día.


-¡Fuera! - conseguía gritar entre gruñidos de dolor. -¡Fuera!-


Bob agarró la melena con la zurda. Llevó la diestra a la mandíbula inferior de Jessica. Levantó la cabeza de su víctima forzándola a mirar al frente. No intentaba estrangularla de nuevo, ni partirle el cuello. Solo trataba de ponerla en una posición más incómoda, y lo consiguió.


Jessica se vio obligada a aguantar que la sodomizasen. Cerró los ojos e intentó relajar el ano. Si no podía evitarlo, al menos quería hacerlo menos doloroso, porque tenía la impresión de no poder aguantarlo más. No notó diferencia alguna. Esperó, pataleando contra el suelo, gritando ante las embestidas más fuertes, y sin parar de llorar. Cuando finalmente el sicario eyaculó en su interior, tampoco obtuvo el alivio que esperaba. Se sintió enferma, con ganas de vomitar.


Bob siguió bombeando hasta soltar la última gota de semen en el interior de la chica. Rodó a un lado quedando tumbado boca arriba. La sonrisa de satisfacción en el rostro era más que palpable.




Jessica notó al hombre retirarse de su espalda. Ni siquiera se había dado cuenta que al tenerlo encima le había costado más respirar. Se dio cuenta de algo evidente. Bob también necesitaría un respiro. Todos los hombres requerían recuperarse después de mantener relaciones. Ignoró el dolor. Ignoró el asco al sentir el semen goteando desde el ano hasta el suelo. Ignoró el miedo, la rabia, y la humillación. Con cierto esfuerzo, apoyando el rostro en el suelo, consiguió alzarse hasta quedar de rodillas. Desde esa postura le costó menos levantarse. Echó a correr hacia la puerta de entrada. Los tacones ayudaban poco, pero no iba a pararse para quitarlos. Si conseguía abrir la puerta y gritar, algún vecino podría escucharla. Si nadie la escuchaba simplemente seguiría corriendo.


Prácticamente chocó al llegar. Necesitaba abrirla. Al tener las manos atadas a la espalda requirió darse la vuelta para agarrar el pomo. Contempló a Bob levantarse con cierto esfuerzo y echar a correr hacia ella. El movimiento de manos se volvió entonces frenético. Consiguió girarlo casi por completo.


Bob la alcanzó justo en ese momento. La garró del cuello con la mano izquierda. Lanzó un par de puñetazos más al estómago, notando la firmeza de la zona abdominal de Jessica. Aún así la hizo doblarse hacia delante una vez más. Soltó el cuello para agarrar la melena. De ese modo la forzó a caminar hasta el sofá. Cuando estaban al lado utilizó ambas manos para empujarla, casi arrojarla, al asiento.


Jessica cayó boca abajo una vez más, justo al lado de su propio abrigo. Se dio la vuelta rápidamente temiendo un nuevo ataque. Levantó las piernas. Estaba dispuesta a dar cuantas patadas necesitase intentando que no volviese a tocarla. Sin embargo Bob estaba sacando algo del maletín.


-¿Para esto te han pagado? - preguntó entre lágrimas. - ¿Para violarme? ¡Vais a caer todos! Tú y todos esos cerdos.


Bob sacó un cuchillo militar del maletín. La visión debía ser impresionante porque Jessica dejó de hablar inmediatamente. Bob se acercó despacio hasta ella, jugueteando con el cuchillo de camino.


-Me contratan para solucionar problemas. He intentado que aceptases una oferta más que razonable. Como no lo has hecho… tengo que solucionar el problema. ¿Entiendes?


Jessica pasaba la vista continuamente del cuchillo a Bob. Solucionar el problema. Ella era el problema. Entonces, ¿con solucionar se refería a…? El pánico se apoderó de su rostro mientras miró fijamente a Bob.


-Eso es. Voy a matarte.


-¡No!


-Si Jessica. Voy a matarte. Voy a usar este cuchillo para matarte.


-¡No puedes!


La mujer intentó retroceder mientras aquel demente se acercaba. Ya se había alejado tanto como podía. El respaldo la retenía allí.


-Te has… dentro…  El ADN, te identificarían


-Chica lista. - Bob negó con la cabeza mientras pasaba el dedo índice por el fijo del cuchillo. - Ya tienen mi ADN. No les sirve de nada si no me tienen a mí también para compararlo.


-No… - repitió incrédula. Estaba tan asustada que ni siquiera sabía cuando había roto a llorar. Intentó pensar en algo. - ¡Espera! Dimitiré. No tienen que darme dinero. Nada. Simplemente dimitiré. ¿No querían eso?


-Antes te he dicho que no tendrías más oportunidades, ¿Recuerdas?


Ya casi estaba encima. Jessica le dio un par de patadas para alejarlo. Aunque funcionó, notó que tan solo estaba consiguiendo entretener más a Bob. Además, casi tenía encima el cuchillo.


-¡Espera!, ¡Espera!, ¡Espera!


Bob se detuvo. Casi estaba relamiéndose los labios.


-¿Sabes?, me gustas. Eres lista, guapa, y me ha encantado follarte el culo. El mejor que he probado nunca. - Sonrió mientras se acercaba más aún. Ya tenía una nueva erección. - Me has dejado la polla sucia. Es normal si lo piensas, ha estado en tu culo. Si hubiese una forma de limpiarla volvería bastante contento a casa. - Acercó el miembro al aterrorizado rostro de Jessica. - Muy contento.




Jessica quedó inmóvil, sin respuesta, unos instantes. Sabía lo que le estaba sugiriendo. Había realizado pocas felaciones en su vida. Era la clase de mujer que los hombres se esfuerzan por conseguir, así que los intentos por agradar solían venir por parte de sus pretendientes. Por supuesto lo realmente desagradable era, precisamente, que aquel pene acababa de estar dentro de su ano. Requirió de un gran esfuerzo para abrir la boca.


Bob no realizó ningún esfuerzo por su parte. Esperó a que Jessica se doblase hacia delante  y empezase a chupar. No hubo ningún tipo de preliminar. Ni lamer primero ni nada parecido. Al hombre le dio igual. Sentir los preciosos labios de la chica cerrarse sobre su miembro fue suficiente. Utilizó la mano derecha para agarrar el cabello de Jessica. No intentó controlarla. Tan solo se concentró en mantener el pelo apartado del rostro. Quería contemplarla.


-Abre los ojos y mírame.


Cuando obedeció, Bob casi alcanzó el orgasmo por segunda vez. Ver su mirada derrotada, asustada, mientras movía la cabeza de arriba abajo intentando contener las arcadas, era como un sueño hecho realidad para Bob.


Impidió a la joven acabar su trabajo. Cuando se sintió apunto de eyacular, tiró hacia atrás del pelo de Jessica obligándola a sacarse el pene de la boca. La soltó para poder masturbarse con esa mano.


-¡Ni se te ocurra moverte o dejar de mirarme ahora!


Jessica obedeció. Quedó quieta mientras Bob se masturbaba a escasos centímetros de su mejilla derecha. Siguió mirando directamente a los ojos del asesino mientras los suyos propios lloraban sin control. Quiso apartarse cuando el primer chorro le dio precisamente en la mejilla. Aguantó. También aguantó los demás en el resto del bolso. No empezó a moverse ni siquiera cuando el hombre se dejó caer sobre una de las sillas.  En aquella ocasión decidió no intentar nada. Guardó silencio, como intentando evitar molestar, hasta que contempló al sicario reincorporándose.




Bob se abrochó la cremallera antes de caminar al respaldo del sofá.


-Tu última acción en este mundo ha sido chupármela. ¡Puta!


-¡No!, ¡Dijiste que…!


Sin darle oportunidad a más, Bob la agarró de nuevo por la melena. Tiro hacia atrás con tanta fuerza que Jessica casi se mareó al ver el horizonte cambiando tan de repente. Hundió el cuchillo en el delicado cuello de cisne de la mujer. La sangre saltó hacia delante y arriba mientras le seccionaba arterias y venas. Podía haber hecho un movimiento más rápido. En lugar de eso se tomó su tiempo, causando mucho más dolor, mucha más angustia, a su víctima


El impulso de Jessica fue agarrarse la herida con ambas manos. No pudo porque aún estaban atadas a la espalda. El dolor fue atroz. Intentó gritar. Solo se escuchó una especie de gorgoteo desde la garganta. Sacudió las piernas sin control, arrojando ambos zapatos en el intento. Mientras tanto veía un chorro de líquido rojo proyectarse como el agua de una tubería rota. Tampoco podía respirar. Todo el torso del vestido quedó empapado en sangre.


Bob seguía sosteniendo a Jessica por el pelo. A pesar de las patadas a la nada, conseguía mantenerla sentada en el sofá. Susurró al oído de su agonizante víctima.


-Mañana, cuando vuestra limpiadora abra la puerta, te verá en este sofá. El salón encharcado con tu sangre. Toda la cara llena se semen. Después vendrá la policía a sacar fotos de tu cadáver. Tus amigas, tu familia… y quienes me pagan. Todos sabrán que moriste con la cara llena de semen, tras chuparla como una puta.


Jessica aún debió entenderlo, porque el cuerpo se sacudió un par de veces. Movió los labios para decir algo. Bob pensó que era un "por favor". A parte de algunos espasmos más, fueron sus últimos movimientos. Su bello rostro quedó congelado para siempre con una expresión de dolor y pánico. Los ojos abiertos de par en par. Solo cuando ya no manaba nada se sangre, Bob la soltó, dejándola sentada en el mismo sofá en el que habían negociado a lo largo de la tarde.




Review This Story || Author: sman2000
Previous Chapter Back to Content & Review of this story Display the whole story in new window (text only) Previous Story Back to List of Newest Stories Next Story Back to BDSM Library Home